El bono demográfico no es eterno

En la década de 1970, el país gestionaba la oportunidad de aprovechar a plenitud su bono demográfico, una etapa de potencial crecimiento que, como lo identifica el Fondo de Población de las Naciones Unidas, se da cuando la población en edad productiva (entre 15 y 64 años) supera a las personas dependientes (menores de 15 y mayores de 65 años).

Sobra decir que, durante las últimas seis décadas, la población de México se triplicó y aumentó la edad mediana, que pasó de 17 años a 30 años. Aunque el país aún se encuentra dentro del periodo del bono demográfico, cada vez queda menos tiempo. Actualmente, viven en el territorio nacional 133 millones de personas, de acuerdo con las proyecciones del Consejo Nacional de Población (CONAPO), de las cuales el 24% es menor de 14 años, el 67% se encuentra en plena edad productiva (15 a 64 años) y el 9% son adultos mayores de 65 años. Esto significa que hay alrededor de 49 personas dependientes por cada 100 personas en edad productiva.

CONAPO y otros organismos estiman que el bono demográfico de México alcanzó su punto óptimo entre 2010 y 2020, y que comenzará a cerrarse entre 2030 y 2040, lo que implica que el país debe acelerar su inversión en capital humano y elevar la productividad antes de que el envejecimiento poblacional eleve la carga social y económica de México.

Este fenómeno demográfico no solo permite acelerar el crecimiento económico, sino también reducir la carga financiera de las familias y mejorar su calidad de vida. A nivel macroeconómico, facilita la canalización de recursos ahorrados o acumulados hacia inversiones estratégicas y el acceso a servicios básicos, tal como lo señala el Fondo Monetario Internacional. Sin duda, el bono demográfico ha representado una oportunidad histórica para detonar el desarrollo social y económico del país.

En Michoacán también estamos viviendo un momento crucial, pues nos encontramos en el punto más alto de nuestra capacidad productiva poblacional. De los cinco millones de personas que radican en el estado en 2025, según CONAPO, el 64% se encuentra en edad laboral (15 a 64 años), y la mitad de la población es relativamente joven.

Si bien, la edad media de la población es de 29 años —la octava más baja del país— la dependencia ya es significativa, pues tenemos 55 niñas, niños y adultos mayores por cada 100 personas en edad productiva, lo que significa que más de 1.79 millones de michoacanos dependen de quienes trabajan.

Hacia el año 2050, Michoacán entrará en una etapa clave de transición demográfica, pues la población alcanzará los 5.8 millones de habitantes, con una edad media de apenas 36 años —la tercera más baja del país—, pero el llamado bono demográfico comenzará a cerrarse. Las proyecciones indican que el 65% de la población estará en edad productiva (entre 15 y 64 años), pero también aumentará el número de personas dependientes, dado que el 21% será menor de 15 años y el 16% tendrá más de 65 años. Esto significa que por cada 100 personas en edad de trabajar habrá 56 personas dependientes, un dato clave que marca el inicio del envejecimiento poblacional.

No hay que perder de vista que cuando la carga social y económica es muy alta, los gobiernos necesitan gastar más en salud, educación o pensiones, pero los recursos son limitados porque hay menos gente trabajando y pagando impuestos. Por eso es tan importante aprovechar el bono demográfico, dado que es una ventana de oportunidad para ahorrar, invertir en educación, crear empleos y prepararse para cuando la población envejezca y la carga social aumente.

Si bien, el gobierno mexicano ha priorizado las pensiones para las personas mayores, esto es solo un eslabón de una reforma más amplia que debe mirar a mediano y largo plazo para garantizar la sustentabilidad financiera de los sistemas de pensiones, desarrollar un sólido servicio de salud y consolidar un sistema de cuidados, además de crear las condiciones para una cultura del ahorro y promover la inclusión financiera para las personas mayores.

Maximizar el bono demográfico también significa apostar por la juventud, brindar acceso a una educación de calidad, oportunidades de empleo formal, programas de salud preventiva y espacios de participación. Aunque este fenómeno demográfico no es eterno, si sabemos gestionarlo, con visión y responsabilidad, también puede convertirse en el motor que transforme la historia de nuestro estado.

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